Marc Almond ha tocado hace unos días en nuestro país, una vez más. El que fuera líder de los Soft Cell tiene algo que siempre me ha llamado la atención de los artistas en general, y es que no logro discernir dónde está la pose y la realidad. Alguien que ha evolucionado conjuntamente en lo musical, en la actitud y en el gesto me hace pensar que unen mito y realidad, al igual que Hyde y Jekyll conviviendo perfectamente en un tándem único.

Soft Cell fueron un dúo que a principios de los 80 consiguieron un sonado éxito con su ‘Tainted Love’ entre otros pero nunca sonó en mi tocadiscos aunque le pude ver en uno de sus primeros conciertos (Lasarte-Gipuzkoa). Aunque he de reconocer, que sí, que la versión que hizo con Gene Pitney escuchada con el paso del tiempo parece haber calado en alguna que otra neurona.

Si algo tiene este británico es una capacidad única para conseguir vivir del halo que consiguiera en los 80 y llegar al 2016 musicalmente activo y atreverse con todo tipo de géneros, situaciones y apuestas en el escenario sin importarle el qué dirán. Para muestra un botón.

La otra e interesante cara de la luna de Almond es sin duda cuando decide aliarse con diablos de otras latitudes musicales para intentar recibir, comprender y asimilar lo que otros pudieran aportarle.

O cuando se atreve con clásicos.

Estamos ante uno de esos músicos que ante todo se ha considerado a si mismo “estrella” y ha movido sus intereses a pesar de los vaivenes de la moda porque siempre, siempre le quedará aquello de haber sido «famoso» en los años 80. Apareció como uno de los primeros abanderados del tecno pop y se arrimó a otras horas, a los nuevos románticos, a los siniestros, meditando siempre si  la ocasión  lo exigía. Decididamente Almond y toda su carrera es para algunos nostálgicos que se zambullen periódicamente en sus vivencias y recuerdos cuando lucían mucho pelo, pero cuidado porque algún advenedizo acabará de conocerle en uno de estos conciertos.