Por Alfonso Alfaro y Tatiana Moro

Si el artista de más entidad, y probablemente el único cabeza de cartel real de toda la edición, actúa la primera jornada luego existe ese miedo a la dejadez y a que la oferta vaya cuesta abajo. Una vez más y haciendo honor al País Vasco, el tiempo se antojaba improbable tras una semana de previsiones positivas, el miedo al barrizal era notable y ya hubo menos shorts y camisetas de tirantes en favor de camisetas de ‘Here Comes Your Man’.

Aún así, una lluvia fina fue la anfitriona nada más llegar a Kobetamendi para un José Gonzalez cuya propuesta desentona dentro del estilo mainstrean del Bilbao BBK Live. Quizás pueda parecer escueto salir con una guitarra y apenas flanqueado con un par de músicos/coristas pero el sueco engancha. En el fondo ayer era la jornada para los viejos rockeros pero de manera encubierta. Pese a que igual Ocean Colour Scene deberían haber sido teloneros de Pixies en el escenario principal, los de Birmingham ejecutaron su trabajo Moseley Shoals de manera perfecta. El pero se lo llevó el volumen. Si no hay conciertos con solos de guitarra durante el día, bajar la potencia de los británicos es un sacrilegio.

Una de las mejores decisiones de la organización fue poner a Belako en el escenario Pepsi, primero por cómo se abarrota de gente el concierto y segundo por la cercanía que desprenden sus componentes. En sonido pierden un poco, sin malinterpretar, siguen siendo una apisonadora pero la voz de Cris Lizarraga se pierde entre tanto conglomerado nacido de la distorsión de la guitarra de Josu Billelabeitia y su hermana Lore al bajo. Sea como fuere, juegan en casa y se mostraron más motivados que de costumbre. Tienen temas de sobra y de distinto corte tanto para cantar como para hacer un pogo al que el guitarrista miraba con envidia y satisfacción.Con escasa media hora de diferencia, Love of Lesbian se encargaban del escenario principal.

Durante días una noticia de El Mundo Today corre por la red en la que se anuncia el nacimiento de un nuevo festival, el “Sin Love of Lesbian Fest”, resulta que el evento bilbaíno no es uno de esos -para amparo del orgullo moderno de más de uno-. Los de Santi Balmes se presentaron en Kobetamendi para presentar su último trabajo El Poeta Halley y consiguieron reunir a un público afín entremezclando canciones ya legendarias de su discografía y temas nuevos. El grupo se mostró correcto en la disposición y ejecución, a pesar de que en momentos su repertorio y la pose de rockstar mas que de frontman de Balmes resultasen pesados para una no fan de los catalanes.

Acudir a un espectáculo como el de Grimes con cierta información previa evita, en ocasiones, desfallecer de disgusto. Claire Boucher no interpreta en directo cada una de las pistas de las canciones, se centra en los vocales y en dar paso al instrumental grabado aportando al caos preestablecido en la puesta de escena un punto de excentricidad. La canadiense destapa esa manía impidiendo que haya material audiovisual de su figura de cerca, por eso al público le resultaba difícil encontrarla en el escenario. Tampoco el juego de luces guiaban la vista hacia la cantante y las bailarinas jugaban en contra actuando como telón de distracción. En el clímax del espectáculo, con ‘Realiti’ y ‘Flesh without Blood’ como cartuchos ya usados, Grimes se fue a negro. Los instrumentos cesaron, las luces se apagaron y las pantallas dejaron de retransmitir movimientos de la figura de la joven compositora. Unos largos 15 minutos duró la espera hasta que el generador que falló tuvo solución. Buena parte de los asistentes optaron por llegar con antelación a Pixies abandonando el escenario en el que unos momentos antes Boucher estaba consiguiendo la implicación absoluta. Volvieron pero la sensación de vacío no pudo resolverse ni con un final de escándalo con ‘Kill V. Maim’.

Traer a Pixies como cabezas de cartel fue un movimiento arriesgado ya que otros eventos de similar magnitud no les han dado ese puesto, sin embargo su posición en el line up recordaba a esos viejas ediciones del Bilbao BBK Live en los que el plato fuerte del día eran Jane’s Addiction, Faith No More o The Black Crowes. Su repertorio es indiscutible, bueno sí, sobre todo cuando interpretan temas de su último álbum Indie Cindy en el que pierden la esencia que les hizo tan especiales en los noventa. Tocaron más de una treintena de canciones sin olvidar ‘Hey’, ‘Velouria’ o ‘Bone Machine’ y todo sin saludar ni hacer parones innecesarios aunque eso le pasó factura en algún momento a Francis Black que parecía quedarse sin aire en algunas estrofas. También hay que decir que vagueaba con su voz sin forzarla sobre todo cuando el sonido era más punk. En cuanto a Paz Lenchantin, se amolda muy bien al estilo de la banda pero en los coros no llega al punto de Kim Deal aún consiguiendo cumplir su propósito. Sin ir más lejos, los de Boston se mostraron dignos en el escenario pero sus integrantes pierden peligrosamente carisma cada año que pasa, hay que ser algo más que los de ‘Where is My Mind?’.

La carpa o escenario 3 asusta, y más si son Slaves los que están actuando. Prácticamente salieron ya sudando y eso es una declaración de intenciones. Con un micrófono con el volumen diez puntos más altos que lo que recomienda la OMS, los de Kent empezaron con ‘Ninety Nine’. Casi no habían comenzado a tocar y ya se había formado un enorme pogo en toda la parte frontal. A partir del cuarto tema es posible que media carpa no sintiese sus oídos -desconocemos si culpa del técnico o de la acústica del lugar- y eso lo facilitaba para desinhibirse dentro de la marabunta de gente. Estrenaron composiciones nuevas del que será su segundo disco y que esperan lanzar al mercado este año o eso dijo Laurie Vincent guitarra y bajista de la banda. Cerraron con ‘The Hunter’ para el apoteósico final y se fueron, dejando a los asistentes huérfanos de más y mandándolos sudorosos a bailar a Basoa.

Pueden leer la crónica de la primera jornada aquí.