Por Alfonso Alfaro, Tatiana Moro y Quim Coll

Como una vela que se consume poco a poco, el Primavera Sound se adentró en su última jornada de esta edición dejando tras de sí conciertos para el recuerdo y decepciones inesperadas. Sin ser ese el pensamiento que reinó durante el sábado, el día de más calidad y variedad de los tres. Los cabezas de cartel no trascendian mediáticamente al nivel de Radiohead o LCD Soundsystem -que en ocasiones roza la veneración excesiva rayando el fetichiso- pero las alternativas a estas bandas mastodónticas son las que hacen de un festival bueno uno magnífico.

La sencillez de comenzar con un concierto en el anfiteatro del escenario Ray-Ban, con algunas nubes en actitud beligerante, bebida en mano y prestando atención a Joana Serrat resultaba apetecible a primera hora de la tarde. La oferta de la catalana no dista mucho de la línea de Russian Red o Anni B Sweet, ella al frente de una banda de cuantiosos miembros, en ocasiones intimista, en otras destapando una fiera que rasga la guitarra sin miramientos. De agradecer es la actitud de estos artistas tan tempraneros, se nota su disfrute en el escenario y su sorpresa ante la cantidad de asistentes que se acercan y rompen sus expectativas como Wild Nothing, aunque ellos descompusieron al público con un directo insulso y de indie estándar que entre poco o nada será recordado.

Jugar en casa es muy fácil o eso tienen asumido Manel. El cambio de sonido a través de sus cinco años como banda ha sido notorio y culminante en el festival. Sin olvidar los ukeleles en su propuesta folk, la contundencia en una orgía de sintetizadores y guitarras fue una sorpresa entre los habituales del grupo. Tras los catalanes llegó la leyenda Brian Wilson, miembro de los ya agotados Beach Boys. El líder de los californianos salió a escena para interpretar con su multitudinaria banda el álbum Pet Sounds además de unos cuantos hits como ‘Good Vibrations’ o ‘Fun Fun Fun’. No se puede pedir más. A sus 73 años su papel se limitaba a estar al piano dirigiendo ojo avizor a toda su orquesta con especial ahínco en su cantante de apoyo. La actitud era la de un abuelo entrañable que narraba el tema que a continuación se interpretaría y avisaba de si era instrumental o no. Aún así, lo tuvieron todo para triunfar y así fue. Más de algún progenitor recibió anoche un audio del directo evocando esos largos días californianos entre olas y fiestas de jóvenes. Tras esta comunión nostálgica, en la otra punta del recinto la propuesta era notablemente distinta. Los impronunciables PXXR GVNG sorprendieron con su propuesta de fusión entre trap y salsa. Ataviados con trajes al más puro estilo Pitbull, el escenario Adidas Original se quedó minúsculo para la orquesta que les escudaba. Y aunque a algunos distemos del mensaje que trasmiten, son el ejemplo de lo ecléctico que puede ser el Primavera Sound.

El escenario Primavera, el tercero en cuanto a tamaño se refiere, año tras año se convierte en la alternativa por excelencia. Drive Like Jehu eran una propuesta no demasiado masiva para programarlos en los escenarios principales pero excesivos como para esquinarlos en el Pitchfork o Adidas Original. Su hardcore retumbó, literalmente, en la garganta de todos los asistentes a su concierto por el abuso desmedido de la distorsión típica de la escena estadounidense de principios de los noventa. La actitud que tuvo el esperado comeback fue muy agradecido y se tradujo en crowdsurfings y pogos por doquier.

Hay una serie de artistas en el que no se les puede sacar de su recinto natural, a PJ Harvey le gusta Barcelona y el Primavera Sound y ambos le quedan como anillo al dedo. Quienes no hubiesen hecho los deberes se encontrarían con la decepción de que la británica no se enfundó la guitarra en ningún momento. Dejando de lado su protagonismo, Polly Jean entró en escena en compañía de su banda, formada por hombres, desfilando en hilera, dando solidez grupal y no de cantautora acompañada de una banda aleatoria. Tanto la interpretación de los temas de su The Hope Six Demolition Project como el sonido fueron inmejorables, apuntillar que una de las canciones más destacables del álbum, ‘The Wheel’, fuese la más pobre y peor ejecutada. Un punto aparte se merecen el torrente de voz de Harvey como el juego de luces en la puesta de escena, una total demostración de que no hace falta ni confeti ni pantallas para sostener un directo. Sus escasas pero suficientes miradas al pasado le sobraron para impresionar y deslumbrar a un público que, como en Radiohead el día anterior, no interrumpió ni un solo silencio.

El rompecabezas del Parc del Fórum es el tiempo de desplazamiento entre un escenario y otro, y en ese transcurso se perdieron los primeros minutos de Chairlift. Los neoyorkinos defendieron Moth a ritmo de batería, saxofón y guitarra que hacían las delicias de la voz -más madura y consolidada- de Caroline Polachek. La líder se contorneaba igual en ‘Crying in Public’, la balada por excelencia de su último trabajo, como en ‘Bruises’, al que se refería como un viejo tema que el público debía cantar se supiese la letra o no. Y a base de imposiciones el dúo obtuvo lo que se propuso, que los asistentes dieran zapatazos imitando a Polacheck siguiendo el compás de la percusión de Patrick Wemberley y que bailoteasen con canciones de cierre como ‘Ch-Ching’.

Con un look más hipster que rapero por esa barba rojiza, Action Bronson se convirtió en la principal elección rapera de esta edición del Primavera Sound. Pese a que no llegó al nivel de Run The Jewels, fue un concierto correcto en el que Arian Assllani se mostró motivado y, aunque estuviese solamente acompañado por su DJ, no dio la sensación de vacío en el escenario. La noche se antojaba larga y Parquet Courts la explotaron. Los de Brooklyn prometían guitarras y así fue. Con ganas palpables, la distorsión ahogó el sonido que no pareció importar a esa masa que había decidido sacrificar a unos cabezas de cartel como Sigur Ros. El buen ambiente se adueñó de los asistentes aunque resulta fácil imaginar que la formación mejorararía estando en una sala. Siguiendo al cuarteto, Ty Segall y sus Muggers bordaron su actuación. La energía y carisma que ofrece el norteamericano sobre el escenario es impresionante. Enfundado con una máscara y metido en el papel más acorde con un concierto en la CBGB de Nueva York, llegó a intercambiar los papeles con un asistente para meterse él mismo en el pogo.

Concluyendo la jornada, la mezcla disco pop con guitarras y sintetizadores de Roosvelt apareció en el momento más adecuado de la madrugada, es decir, cuando fallan las piernas. Suaves y finos a la vez que luminosos y medidos, esa podría ser la definición de esta banda que tiene, como muchas otras, la misión de animar al público en esas horas intempestivas cuando parece que el pescado está vendido. El punto y final lo puso DJ Coco, haciéndose con los últimos movimientos de baile y gargantas rozando la afonía. La noche –y el festival- no pudo terminar mejor que con los asistentes más rezagados homenajeando al desaparecido David Bowie cantando al amanecer ‘Heroes’.

Pueden leer la crónica de la segunda jornada en este enlace y de la primera aquí.