Los subgéneros como tales se hacen, evolucionan con sus exponentes artísticos y vuelven a renacer al cabo de un tiempo, con sus matices, sus más y sus menos; es inevitable.

Con esto suele generarse posturas de lo más diversas entre los oyentes y practicantes: en muchas ocasiones habrá gente que aproveche la innovación para la confección de su estilo propio; en otras sin embargo habrán posturas continuistas, endogámicas y tradicionales rechazando lo nuevo que, a decir verdad, muchas veces se basa en copia y pega de lo anterior añadiendo pequeños parches de otros estilos, creando morralla y contenido vacío. Ocurre muchísimo en el mundo de la electrónica, lamentablemente.

Por contrario, otras veces nacen pequeños nidos de productores que complementan el sonido ya impuesto con anterioridad y le dan algo fundamental en un artista para escalar: personalidad. Gracias a ésta no solo evolucionan los propios artistas, sino la entera esfera de la electrónica internacional, y amigos, si esto no ocurre, nos veremos condenados al repetitivismo infinito en la pista de baile. Y eso no mola un pelo.

Hablando de este tema, allá por el año 2010 sucedió un gran re-boom de los sonidos house y nu-disco en la plataforma sonora mundana y comercial, y aunque en España comenzaríamos a tenerlo a la orden del día a finales de 2012, particularmente y paradójicamente ese boom se dio en las listas y clubs de corte más comerciales del país. Fue un boom augurado y apoyado en grandes trabajos como el que fue el primero de los ingleses Disclosure (Settle, 2013); o posteriormente los derivados de artistas como Oliver Heldens, Clean Bandit, Kiesza y tantos otros. Canciones que hemos escuchado en todas las discotecas, y hasta en alguna emisora donde hace 12 años ponían a los triunfitos de aquél entonces. Por especificar, diría que esa época hasta me aventuraba a salir de fiesta a discotecas comerciales de mi ciudad, pues en ocasiones hasta cambiaban el reggaetón por el ‘Rhythm Of The Night’. Ojo, «el house no ha muerto» decían muchos.

Vamos a ver, el house nunca ha muerto. Este renacer, sin embargo, generó una fuertísima discordia que aún permanece latente pues, pese a unos muchos grandes trabajos de jóvenes artistas mediante los cuales se proyectaron a la fama internacional; los hubieron tantos otros que, viniendo de géneros con tendencia más comercial se las dieron de puristas intentando formar parte del nuevo boom, no haciendo otra cosa que generar un deleznable intrusismo musical. Un ejemplo es el caso del nacimiento del future house que, a mi entendimiento, no es más que una fusión de la raíz y el EDM con elementos del estilo bass para hacer bailar al público. ¿Divertido?, sin duda que lo es. El caso: ¿muchas veces dónde está la personalidad? Un claro ejemplo y  referente del cajón de bass y future house.

Sin embargo y tras toda la metralla vomitada en las líneas anteriores, no todo es intrusismo musical a la hora de crear nuevas tendencias.
Más recientemente ha podido aparecer otra considerable tendencia a expandir un tipo de música de baile, en este caso del techno, y con ello un surgimiento de muchísimos artistas que están haciendo grandes méritos para hacerse un hueco en el panorama, tanto internacionales como nacionales. Existe la personalidad. Y aclaro: ya no hablo del ‘renacer de un género’ como tal, sino simplemente del acercamiento de éste a grupos sociales y ámbitos culturales más mainstream que los clásicos anteriores, al fin y al cabo un producto lo que busca es llegar a más gente.

Y es que (atiéndase al ejemplo y no a la generalización), si en 2010 la gente se pasaba al house, hace unos pocos años ha ocurrido algo similar al techno donde, a diferencia del anterior ejemplo, la respuesta general ha sido mucho más favorable y se están creando verdaderas maravillas por todo el planeta. Ya no solo temas, sino corrientes sonoras, movimientos, estéticas e infinidad de sellos jóvenes que no dejan de petarla y sacar cosas riquísimas; la electrónica no parece tener límites.

Salgan a pasear homogéneamente los rebaños cuando falte personalidad, una esencia que caracterice cada trabajo. Resulta fundamental para la evolución, y es lo que vengo a aclamar en el texto.

Es un tema jodido, y me dejo diez mil cosas en el tintero. Pero señoritas, señoritos, se necesitaría un master para hablar correcta y profundamente de un tema como este, de una evolución ya no musical, sino social y cultural. He intentado ser lo más conciso posible y dejar la moraleja clara: sea bienvenido cultivar cualquier género musical siempre, y mejor para los dos si es con personalidad.

Y para terminar, Embrace The Beat es simbiosis entre la electrónica y los paisajes, minimalismo y ensueño para bailar. Con ello no quiero más que mostrar un ejemplo, un subgénero relativo a la música techno que ni yo mismo podría apellidar, pero que deriva sin duda de aquella vertiente melódica que he mencionado.

Hablemos así de KIASMOS, proyecto llevado a cabo por los islandeses Janus Rasmussen y Ólafur Árnalds que ha pegado muy fuerte en los últimos años por todas partes. Quepa decir que para entender el sonido de KIASMOS debemos referirnos al pasado y presente de este último integrante. Ólafur Árnalds es uno de los estandartes y exportadores principales de música nacida en Islandia al resto del mundo (y aquí linkeo una página súper molona sobre la música exportada del país). Minimalista por antonomasia, suele ir acompañado de un piano y cuartetos de cuerda para sus actuaciones. Fue en 2012 cuando decidió exportar esa visión minimalista y pausada de la música a la electrónica con Thrown, generando así KIASMOS, una explosión de sentimientos y paisajes llenos de personalidad para embaucar y camelarse al asistente.

Comprobadlo vosotros mismos. Embrace The Beat no es otra cosa que personalidad, KIASMOS es Embrace The Beat.