- Views88
- Likes0
Por Alfonso Alfaro y Helena Malvido
It’s festival time! Esto puede sonar raro siendo otoño pero la verdad es que es una suerte tener un evento antes de la llegada del invierno para poder disfrutar -una vez más antes de que acabe el año- de grandes artistas en apenas dos jornadas. El BIME Live se presenta con una oferta muy británica pero muy efectiva. El BEC! de Barakaldo se ajusta bien a las necesidades de un festival de estas características y, siendo en el País Vasco, se agradece que los espectáculos sean en cubierto. La parte negativa de la jornada se dio al comienzo de ella con colas kilométricas desde la puerta del recinto hasta la parada de metro. ¿Mal por los asistentes por no haber ido antes y querer llegar a PJ Harvey? ¿O mal la organización por no disponer de suficientes personal para poner pulseras? Pues quizás un poco de ambas. La otra cara de la moneda es la inteligente disposición tanto de los escenarios como de los servicios y de la nueva zona Gaua.
La amplitud del escenario Antzerkia ponía en peligro esa intimidad que el artista siempre tiene con público. Pese a que Faris Badwan no sea el más carismático del mundo, Cat’s Eyes funcionan. Los temas como ‘Drag’ o la cover de ‘Because’ de The Beatles encendieron a los poco asistentes que habían decidido, con acierto, asistir a esta íntima performance. Con una propuesta completamente diferente, Toundra demostraron que no hace falta ni cantar ni ser indie para actuar en el BIME Live. Los madrileños pueden parecer espesos, sin embargo como grupo suenan muy compactos. Sí es cierto que la mayoría del público echó en falta una voz principal, pero eso no sería Toundra.
El plato fuerte del día, la artista que resalta por encima del resto del cartel y a la vez la más arriesgada es PJ Harvey. La inglesa llegó con un espectáculo diferente y menos guitarrero, es posible que los que no hicieran los deberes antes y se documentasen un poco de lo que iba a ocurrir les pillase a contrapié. La banda salió a escena como una procesión de Semana Santa para interpretar ‘Chain of Keys’. La figura de Polly Jean se difumina dentro de la banda hasta que -saxofón en mano- comienza a cantar. Apenas con una lona detrás simulando relieves y texturas, la agrupación interpretó magistralmente los temas de The Hope Six Demolition Proyect además de algún guiño al pasado como ‘Down by the Water’ o ’50ft Queenie’. El sonido rozó la perfección, ni los grandes tambores ni los vientos taparon la voz de la frontwoman. Sí es cierto que ‘The Wheel’, single de este último trabajo, no suena tan consistente como en el álbum. Concluyó el concierto con un inesperado bis de ‘Highway 61 Revisited’ de Bob Dylan. No se le puede pedir más a PJ.
Sin apenas descanso y un poco tarde por la canción extra de la inglesa, Faris Badwan volvió por segunda vez a escena esta vez para cantar con The Horrors. Es quien lleva el peso de la banda, no obstante su concierto fue caótico y nada apetecible. El conglomerado de sonido hacía imperceptible la voz del líder ni siquiera en zonas más alejadas del escenario, en definitiva planos y aburridos. Sin embargo un Nacho Vegas más íntimo consiguió conectar con el público, entregado a las composiciones folk.
Mientras el asturiano estaba a los suyo, comenzaba el enigmático primer acto de Suede que consistía en proyectar una película mientras la banda interpretaba en su totalidad el álbum Night Thoughts. Si ya cuesta que un artista o un grupo conecte con el público, imagínenese con una pantalla de por medio. Lo bueno de los británicos desde hace unos años es el estado de forma de Brett Anderson y ponerle tras una lona es como enjaularlo. El segundo acto estuvo inundado de los hits de los británicos y con el frontman completamente desatado, dando saltos, bajando al público y consiguiendo que se coreasen las canciones. Temas como ‘Animal Nitrate’ o ‘Trash’ despertaron a los asistentes del letargo que la propia banda les había inducido. Su estado de forma mejora año tras año y si todo el concierto hubiese sido como la parte final, la gente se hubiese marchado con otro sabor de boca.
Ya para acabar la jornada, qué se puede decir de Belako que no se haya dicho ya. Su puesta en escena cada es más rica y más cuidada. Josu, ataviado con una gabardina larga cual Blade Runner, puso todo su énfasis en la guitarra que tuvo que acabar dolorida. Comenzar con ‘Monster’ dejó a bastante sectores del público descolocado pero estos chicos tienen dos álbumes con suficiente potencia para empezar por donde les dé la gana. Quien no les haya visto aún, está tardando.