No es un buen momento para parir un medio de prensa digital. Prácticamente no conocemos otro estado que el incómodo y continuo equilibrismo del periodismo. La inescrutable crisis de los medios convencionales es más que palpable pero afecta de lleno también a los nuevos. Algunos se pierden por el camino, abandonan y el periodismo pide a gritos voces que guíen, que tamicen la información en una era donde, precisamente, ésta no falta.

Tampoco es un buen momento para la música. Alejémonos de las descargas ilegales y el desmoronamiento de la industria. En el día de ayer vivimos un aplastante y delicado golpe de realidad. Aunque lo creyéramos, él no era inmortal. Había renacido tantísimas veces que contábamos con que esta sería una más a sumar a la lista. Publicó su último disco y se fue. Al menos podremos decir que de los cuatro millones y medio de años que tiene la Tierra nosotros coincidimos en vida con David Bowie. En nuestro primer día en el mundo de la vorágine que supone el periodismo musical, es el primero sin David Bowie.

Antes de irse Bowie nos dejó un intenso mensaje: el espectáculo debe continuar. La obra es lo que permanece, ese ha sido su legado. Compuso su último trabajo aún sabiendo que el final estaba cerca. El periodismo tendrá también que encontrar nuevas formas que le devuelvan la credibilidad, la esencia, aún sabiendo que, en este caso, el final se puede cambiar.

Just because I believe, don’t mean I don’t think as well.
David Bowie

Y nosotros creemos en Oceaund, the ocean of sound.