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Por Alfonso Alfaro, Tatiana Moro y Quim Coll
La masiva y exitosa jornada inaugural del Primavera Sound estuvo marcada el miércoles por la energía de Brett Anderson y sus Suede que dieron paso a un día siguiente repleto de idas y venidas, de conciertos imprescindibles –como ya destacamos sobre los artistas que no han de perderse-. Comenzaba para todos aquellos que se hicieron uno de los preciados y extintos bonos una auténtica travesía. Llegar al Parc del Fórum se suponía complicado por la huelga de personal del Metro de Barcelona, sin embargo, para la sorpresa de muchos, hubo retrasos pero los servicios mínimos funcionaron correctamente. Eso sí, había que contar con llegar tarde de una forma u otra.
El ambiente primaveril se palpa cuando los smartphones empiezan a vibrar notificando el arranque de los primeros conciertos. Y, ¿adivinan qué? Nada más abrir las puertas la entradas para el íntimo Hidden Stage se agotaron. Nada nuevo pero mucho que esperar de Lee Ranaldo & El Rayo y Peaches.
Al comenzar la jornada con Car Seat Headrest se corre el riesgo -o suerte, según se vea- de que el de Virginia dé la mejor actuación de la tarde. Posiblemente así sucediese, y no se preocupen no es anticipación, es que el joven de 23 años proporcionó disfrute y gozo al público en el escenario Pitchfork. El atuendo y actitud de Will Toledo lleva a la mente el prototipo de nerd pero que con sobriedad, seriedad y un poco de timidez arrasa. Toledo supo manejar el repertorio de canciones -cuenta con más de una decena de álbumes en su Bandcamp- y brindó a unos asistentes entregados una versión de un pequeño fragmento de ‘Paranoid Android’ de Radiohead. La contundencia de Toledo se contrapone con la inocencia de Elena Tonra, al frente de Daughter, que cada vez que levantaba la mirada se apreciaba el brillo a través de sus enormes ojos al descubrir el foso del escenario Heineken repleto. Miles de pares de ojos le devolvían con amabilidad su encanto. Con Not to Disappear, su segundo álbum tras If You Leave, Daughter se alzan los reyes para transmitir delicadeza, sutilidad y, en ocasiones, hostilidad con su característico minimalismo que logran con unas guitarras más presentes y energéticas.
En el Auditori, Kamasi Washington ofreció un concierto redondo y no sólo por su música, sino porque las enormes colas que rodeaban el espacio donde tocaba el saxofonista no supusieron ningún problema gracias a la organización. La banda que apoya a Washington aporta la base necesaria para desenvolver un buen espectáculo que estuvo amenizado por la preciosa voz de la cantante que rompió el acontecer de las canciones y la intervención de un familiar suyo a tocar el saxo con él. El público respondió, bien por el atractivo de los de Kamasi, bien por el ambiente que aporta el Auditori a cualquier concierto.
Dentro del ecléctico cartel, el dúo Air era una de las bandas más esperadas. Su extenso historial musical les da la posibilidad de configurar un setlist equilibrado y dispar pero sin olvidar ningún momento de su carrera. Los franceses son una banda con mayúsculas, unos grandes músicos y eso se notó desde la primera nota con un sonido milimétrico. La emulsión de experiencias no acababa ahí, Explosions In The Sky tuvieron la difícil tarea de mantener al público candente en una noche cuasi cerrada. Sin embargo los tejanos tienen un hándicap, sin voz es complicado enganchar aunque para subsanar ese hueco el cuarteto se desvive con los instrumentos. Son espesos como el chocolate a la taza, los primeros sorbos son sabrosos pero terminan por empalar.
El ambiente se antojaba perfecto para ser rematado por Tame Impala pero fueron precavidos. Encabezados por Kevin Parker, los australianos se presentaron planos y sin más sorpresas más allá de ocho sacos de confeti y una puesta en escena colorida. El vivir de sus hits y no de su concepto o definición trasladó la sensación de que ejecutaban canciones en vez de sentirlas. Una pena porque la psicodelia que ofrecen da para explayarse, olvidarse de las composiciones ya escritas y rebosar desde un simple ritmo de batería. Y aunque se vieron ramalazos de improvisación, el apagón del sonido en ‘Eventually’ supuso un tortazo para músicos y público. Durante varios minutos los más devotos perpetuaron los coros de la canción hasta que los técnicos pudieron poner en marcha la máquina ensoñadora. Pese a que tienen que ceñirse a un horario, la actuación debió ser alargada unos minutos por ese abrupto corte. Con ‘Feels like we only go backwards’ y ‘New person same old mistake’ Kevin Parker mejoró la situación y su propia falta de carisma que, por cierto, resulta preocupante, y sólo mejora cuando tiene la guitarra encima.
Pese a que solo lleven separados cinco años y la reunión sea una incongruencia, es indudable que LCD Soundsystem son cabezas de cartel allá por donde vayan. Antes de empezar, con esa imagen cenital del escenario la pregunta es inevitable: ¿son capaces de poner más instrumentos en el escenario? Entre tantos teclados, baterías y demás aparatos apenas se podía ver a algunos de los miembros de la banda. Está claro que el público responde tema tras tema porque van de single en single y aunque catalogados como un grupo electrónico ayer demostraron ser más live que set y eso se agradece mucho. Discutible puede ser la ejecución de ‘Daft Punk Is Playing At My House’ en la que faltó fuerza. Una pena que los neoyorquinos repitiesen al milímetro el repertorio que dieron en la sala BARTS el pasado martes y que los asistentes que quisieron volver a verles no se sorprendieran con alguna novedad.
En la otra punta del festival estaba teniendo lugar el concierto de Thee Oh Sees entre un público selecto que renegaron de los tentadores ritmos de James Murphy y de los suyos. El cuarteto de california repetían por segundo año consecutivo y les programaron en el mismo y discutible horario. La voz de John Dwyer tuvo que luchar para emerger del caótico monopolio que tenían las dos baterías. Sus temas suenan diferentes, se notan que se tienen que adaptar al directo y que ni pueden ser tan perfectas como en el disco. El súmmum llegó cuando interpretaron canciones de su álbum Floating Coffin, concretamente ‘Toe Cutter/ Thumb Buster’, y eso que la voz continuaba siendo imperceptible.