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Por Alfonso Alfaro, Tatiana Moro y Quim Coll
La jornada por excelencia de esta edición Primavera Sound llegó y se antojó como una carrera de fondo en la que había que guardar energías desde el principio para ser capaces de alargar la noche con la amplia oferta de conciertos. El ambiente se respiraba diferente, los asistentes parecían haber sacado las mejores galas y un mayor número de personas acotaba el acceso al recinto en busca de una entrada. La presión de ver a Thom Yorke.
Pese a que los ingleses fueron el plato fuerte del día, no hay que adelantar acontecimientos. Hubo mucho y disfrutable, como Titus Andronicus. Bajo ese nombre shakesperiano se esconde una banda de punk que gustó a los pocos que se adentraron en los escenarios principales tan temprano. Con versión de ‘Blitzkrieg Bop’ incluida, los de Nueva Jersey a buen seguro consiguieron una hornada de seguidores.
Sabiendo que moverse de escenario en escenario sin acabar la actuación pertinente es de mala educación, era inevitable si se querían ver los conciertos desde una posición privilegiada. Y en Savages mereció la pena. Con una marea de gente preparando la cuenta atrás para Radiohead, Jehnny Beth tuvo la ardua tarea de hacer ver a los asistentes que estaban allí. La fórmula se basó en saltar entre el público e interactuar. Lo consiguió pero tarde. El conciso set de 50 minutos se quedó escaso y en a lo musical el bajo taponó a una guitarra que no era casi perceptible. Eso sí, ayer Savages se convirtieron en el nuevo estandarte del ya cuasi olvidado movimiento Riot Grrrl.
Uno de los momentos más complicados de la noche se resumió en los estadounidenses Beirut. La cabida del grupo y su estilo en un festival de estas dimensiones no parece difícil por la variedad de artistas pero aún así los de Zach Condon rompieron el ritmo de la jornada. El repertorio de canciones estuvo a caballo entre temas su último trabajo No No No, del año pasado, The Rip Tide, con el que alcanzaron el reconocimiento general, y The Gulag Orkestar. Aún así el desarrollo del concierto en ocasiones se hizo pesado, ralentizando las ganas de disfrutar de las trompetas de los de Nuevo Mexico. De esta forma el éxodo se hizo inevitable. En los últimos veinte minutos el público se redirigió al escenario dejando tras de sí a los incondicionales seguidores con ‘My Night with the Prostitute from Marseille’ y ‘The Gulag Orkestar’.
Como dijo la niña de la película Poltergeist, “ya están aquí”. La explanada estaba a rebosar, tanto la parte derecha como el gallinero VIP cuya cola de acceso cruzaba toda la zona privilegiada ante la estupefacción de Gabi Ruiz. Bajo el guión preestablecido y con una puesta en escena sorprendente, Radiohead debutaron por primera vez en el festival interpretando una ‘Burn The Witch’ a la que le faltó volumen y amplitud, una pena la no inclusión final de un pequeño destacamento de cuerdas en el directo. Con una ejecución impecable de cada una de las composiciones, la banda jugó al despiste con cada parón y el público respondió con total expectación en forma de silencio y respeto hacia la banda. Cada canción era un lotería y tocó el premio gordo. Más allá de ‘Paranoid Android’, ‘Karma Police’ o ‘The National Anthem’, el quintento se explayó con un segundo bis no constaba en el setlist. Por segunda vez en su gira, tocaron la que nunca tocan, ‘Creep’. El festival y la banda se quieren y han tardado mucho en encontrarse.
Tras este ejercicio que con dificultad se puede reproducir tal y como sucedió, otro espectáculo igual de esperado acechaba. The Last Shadow Puppets saltaban al escenario con una puesta en escena marcada por colores cálidos y reminiscencias setenteras. Los asistentes enloquecían al ver a un Alex Turner fuera de sus estudiadas y medidas poses. El líder de los Arctic Monkeys se mostró abierto, juguetón e incluso despreocupado. Su amigo y fiel compañero Miles Kane parecía sostener musicalmente la actuación, aportar seriedad, y no olvidar que se puede tocar y actuar en su particular teatrillo. El dúo se notó compenetrado pero el pseudo pasotismo de Turner solo era compensado con una sección de cuerda que daba otra magnitud a las canciones de su último trabajo Everything You’ve Come To Expect.
A partir de ese concierto ya solo quedaron los valientes. Se notó que la mayoría de los asistentes desalojaron el recinto tras las actuaciones de las bandas de Alex Turner y Thom Yorke. Kiasmos se posicionaron como una opción interesante para dar ese toque electrónico a una despejada y estrellada noche. Sus miembros vienen de hacer sus pinitos en la música clásica y eso se nota, las composiciones electrónicas son suaves y agradables además que la hora programada resultó perfecta.
Hubo un poco de tiempo para la otra cara de la moneda. The Avalanches irrumpieron con fuerza en el escenario Ray-Ban ante una marabunta de gente que esperaban su regreso como plato fuerte del día. Pero los de Australia no ofrecieron nada más que un DJ Set descafeinado. Demasiada expectación para un regreso en el que la “banda” no supo responder.
El último cartucho del día se lo llevaron Sheer Mag. La propuesta punk a altas horas de la madrugada se convierte en un doble filo en el que el cansancio y el headbanging se fusionan dando lugar a estado zombi agradable. La voz de Tina Halladay se apreciaba más rota en directo que en el disco y eso desmerece un poco las composiciones porque aletarga el oído a un constante griterío. El resto de la banda iban como un tiro. La anécdota fue un espontáneo se subió al escenario para dar un beso a la frontwoman y acabó por los suelos tras una patada del guitarrista principal.
Pueden leer la crónica del día anterior aquí.