Por Alfonso Alfaro
Ilustración de Blanca Garaluce
Por segundo año consecutivo los californianos Weezer lanzan un álbum de estudio. Es su décimo segundo trabajo y el cuarto homónimo aunque esta vez bajo el baño del color blanco. Si aún teníamos caliente Everything Will Be Alright in the End, este The White Album es su continuación espiritual y estilística.
Ya sabemos que Rivers Cuomo y cía no son una banda que destaquen por innovar y experimentar con su sonido, se les nota más maduros aunque con el síndrome de Peter Pan. Incluso su nueva creación se puede antojar corta para algunos con sólo diez temas. Si una banda consagrada, como lo es Weezer, lanza un disco con diez composiciones el oyente debe exigir que todas sean redondas y excepcionales y eso no ocurre con el incoloro álbum.
Durante la escucha, algunos temas parecen descartes de su anterior trabajo. Entiendo que muchas bandas reutilicen material desechado y que, probablemente, la poca evolución de Weezer al cabo de los años les pase factura en cuanto a la composición se refiere, sin embargo esto lastra la calidad de los norteamericanos.
Esto me lleva a discutir la política de goteo de canciones que han hecho con el trabajo discográfico. Más o menos cada mes han publicado un tema con su respectivo videoclip. Esto es algo que se agradece porque permite conocer al oyente por donde pueden ir los tiros con el nuevo disco. La parte negativa es el feedback, las canciones pueden no gustar y bajar las expectativas del álbum dejándolo por los suelos. Es un poco el caso de Weezer.
El disco abre con ‘California Kids’, el tema cumple su función y es una premisa de lo que nos vamos a encontrar en el álbum. Cuomo se desgañita con la voz y se agradece. Gusta porque sabe fresco y sin complicaciones. Con ‘Wind In Our Sail’ hay un pequeño problema, me recuerda a un anuncio de automóviles o de Neox para promocionar la nueva temporada de Dos Hombres y Medio. Podría ser un ejemplo de canción que no aporta nada a la totalidad del álbum.
El primer single que publicaron, ‘Thank God For Girls’, es una de las canciones fuertes del disco. Empieza con la voz de Rivera Cuomo en solitario mientras el resto de instrumentos van entrando poco a poco hasta el clímax del estribillo. El cuarto tema ‘(Girl We Got A) Good Thing’ es la primera lenta, el piano que da un giro al concepto de la banda.
Llegados a este punto el tono feliz puede haber cansado a más de uno. A veces abusan del palm mute en sus canciones como en ‘Do You Wanna Get High?’ y se agradecerían más solos de guitarra improvisados, el aspecto de enlatados es palpable.
Hay que reconocer que cuando quieren sonar a Weezer al cien por cien nadie se les acerca y lo demuestran con ‘King of The World’. Empieza con un riff muy agradable y acaba con un estribillo gritón. Las letras tienen una pega, todo es California, Los Angeles y girls, lo que hace que incluso el oyente que no sabe ingles reconozca de qué están hablando.
Personalmente, ‘Summer Elaine and Drunk Dori’ es el mejor tema del álbum. No tiene nada de extraordinario sino que es el sonido Weezer en esencia con una guitarra por detrás de la voz acompasándola, un estribillo pegadizo con «oh ohs», cambio de ritmo clásico y solo de Cuomo. Weezer de primero de indie.
Los tres últimos cortes son un poco inferiores respecto al resto de temas, ‘L.A. Girlz’ nos ofrece al frontman con su falsete a los dos minutos y medio, en ‘Jacked Up’ arriesgan un poco con un piano pero no es lo suyo y ‘Endless Bummer’ suena a despedida, eso sí, no sin dejar su sello de identidad con un último solo de guitarra de más de un minuto de duración.
¿Hasta dentro de dos años? Esperemos que sí. Hasta entonces imploramos a los de California que realicen una gira en condiciones por el viejo continente y no tres conciertos marginados como han hecho en abril. Respecto a su The White Album, el cuarteto firma un buen disco, es el tipo de trabajo que gustará al fan noventero pero no se reinventan. Weezer son constantes y producen trabajos de una calidad muy uniforme aún así, la banda pide a gritos experimentación y riesgo.