#OscarSoWhite es la etiqueta que los usuarios de las redes sociales han utilizado durante estos días para agitar la denuncia originada por Spike Lee tras hacerse patente la falta de candidatos negros nominados por segundo año consecutivo en los Óscar. A pesar de lo que diga Charlotte Rampling, las cifras apuntan en esa dirección, y el problema no sería tanto circunstancial como estructural: frente al 12’5% de la población afroamericana en Estados Unidos, menos de un 1’5% de actores negros han sido nominados.

Irónicamente, Liz Garbus ha conseguido esta edición introducir What Happened, Miss Simone? (disponible en Netflix) entre los candidatos a la estatua al mejor documental. La directora consigue a lo largo de poco más de 100 minutos (escaso tiempo para una vida tan turbulenta) trazar las líneas generales de la carrera de Nina Simone, la primera cantante negra que actuó en Carnegie Hall.

A pesar de quedarse en la superficie al tratar la mayor parte de los problemas de la atormentada vida de la artista (como la violencia machista o el trastorno bipolar), el documental sí se detiene de forma más minuciosa en su apoyo a la causa por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, hecho que marcó un antes y un después en su vida musical. El largometraje reconstruye el relato a través de las principales canciones que compuso para la lucha. La primera de ellas, Mississippi Goddam, fue escrita tras el asesinato de cuatro niñas negras en una iglesia de Birmingham (Alabama).

Tras atreverse a decir en voz alta lo que nadie más había expresado, la cantante continuó componiendo temas de marcado cariz social que, en sus propias palabras, trataban de hacer cuestionarse a la sociedad negra su origen sin tapujos ni vergüenzas. Y aunque al principio fue un motivo más de éxito, ser el símbolo de la revolución le costó, entre otros motivos, el hundimiento de su carrera por el rechazo de la industria musical.

La industria vuelve a estar en el punto de mira (o tal vez nunca dejó de estarlo) y la inclusión por raza, género u orientación sexual aún está lejos de ser real, como reconoce la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs. Visibilizarlo es necesario; Nina Simone lo hubiese hecho.