Por Judith Vives

El recién bautizado WiZink Center era el encargado de recibir a los escoceses Biffy Clyro, que tuvieron un 2016 envidiable (el cual incluyó doble visita a nuestro país, en los festivales Mad Cool y FIB) y se están dirigiendo al que rápidamente se perfila como el año que consolidará su carrera y les hará pasar a formar parte de los grandes. Muchos que se pasasen ayer por el recinto preguntándose el por qué de su éxito salieron, me atrevo a decir, con las dudas resueltas. Y es que Biffy Clyro tienen un directo espectacular, y en esto podemos estar de acuerdo todos.

Simon Neil y los hermanos Johnston trajeron como teloneros a un grupo que lleva un par de semanas sentado cómodamente en el top 10 de álbumes de UK. Se trataba de Frank Carter y The Rattlesnakes, que venían a presentar su nuevo disco Modern Ruin. Fueron el inicio perfecto a una velada que no escatimó en guitarras. Personalmente, me dejaron con ganas de más y me pareció que contagiaban la energía perfecta y consiguieron la participación y atención del público con temas como ‘I Hate You’ y ‘Lullaby’.

Al fin les tocaba a ellos. Haciendo coincidir primera canción de su nuevo álbum Ellipsis con el inicio del show, ‘Wolves of Winter’ nos traía el primer boom de energía de la noche. Acompañados de un sencillo pero a la vez efectivo set de luces, Biffy Clyro deciden no rodearse de ningún ‘extra’. No había pantallas ni ningún atrezzo similar, ya que la ambientación iba a cuenta de ellos y sus canciones. Tras muchas escuchas de todos sus álbumes y ésta siendo mi segunda experiencia con un concierto de los escoceses (ya pude verles en el FIB y además en primera fila, lo cual fue todo una experiencia), sigo sin comprender el rango vocal de Simon Neil y la capacidad que tiene de moverse entre estilos y géneros. Es el frontman perfecto para un grupo que aspira a llenar estadios.

La noche estuvo llena de éxitos pero en algunos temas simplemente se salieron. Fue el caso de ‘Bubbles’ o ‘Black Chandelier’, canciones en las que bastaba girarse para ver a todo el mundo cantando al unísono y querer capturar ese momento para siempre. Vivir canciones como ‘Biblical’ en directo y no parar de tener la piel de gallina hacen que recuerde por qué disfruto tanto de la música y por qué nada podrá compararse a escuchar una de tus canciones favoritas en directo y cantar al unísono con su intérprete original. Biffy se atrevieron con su nuevo single ‘Flammable’ por primera vez en directo, y sonó tan consolidado que me atrevo a decir que se convertirá en imprescindible para futuros shows. En cambio, ‘Re-arrange’ no terminó de convencerme en directo (tampoco lo hace especialmente en estudio) ya que me sonaron un poco titubeantes, como si no acabasen de creer en esa canción, aunque demuestren que manejan a la perfección otro estilo de baladas, como ‘Medicine’ o ‘Machines’.

Debo decir que el setlist me decepcionó un poco. No comprendo la decisión de quitar canciones tan épicas y que funcionan tan bien con la dinámica de grupo como ‘Sounds Like Balloons’ (una de sus mejores canciones en mi opinión) y ‘The Captain’ (con un estribillo imposible de no corear y una perfecta representación de lo grande que puede ser el stadium-rock) y en cambio optar por ‘Victory Over the Sun’ o ‘Glitter and Trauma’, temas que no consiguen atrapar tanto al público y que acaban quedándose un poco cortos teniendo en cuenta el nivel al que pueden llegar a mover y emocionar. Aún así, en un concierto de prácticamente dos horas, va a haber algo para el gusto de todos, y hubo momentos de sobra para cantar con ellos, emocionarse y saltar.

Biffy Clyro se encuentran en un camino que parece indicar que pronto estarán llenando estadios por toda Europa. Su nuevo disco ha servido para redirigirles aún más a este camino y si hay algo claro es que si mantienen esas ganas de seguir tocando (poner un show con su nivel de energía durante casi dos horas y mantener la sonrisa y las ganas no es algo fácil) y su directo característico podrán conseguir todo lo que se propongan. El concierto de ayer fue una buena representación de lo refrescante que puede llegar a ser un buen concierto de rock sin artificios o extras. Simplemente mucha guitarra, buena compañía y unos buenos estribillos que corear.