Por Jaime Malvido y Alfonso Alfaro

Se abrió el telón en Medizabala y por fin dio comienzo a la decimoséptima edición del Azkena Rock Festival (ARF). Para muchos una edición que a priori parecía más flojas que las anteriores pero que, como siempre, explorando en las letras de menor tamaño del cartel, los adeptos pudieron encontrar el carácter rocanrrolero exclusivo de este festival. Como reza en la entrada #AlAzkenaSeVa, y fuimos.

La jornada prometía, y es que se hizo efectiva una de las confirmaciones más esperadas del festival: el sol. Con él las chupas vaqueras (este año más que otros gracias a los Turbojugend), las camisetas negras, y los vermús y cervezas, a gusto del personal, se dieron cita en la Virgen Blanca para ver a The Sheepdogs. Los canadienses dieron un primer bolo en el centro de la ciudad y otro más ya en el recinto. En ambos se pudo descubrir que son como el vino, cada año que pasa mejoramn. El escenario Respect lo estrenaron Rival Sons. Los californianos hicieron un show correcto, se acordaron de la última vez que vinieron mostrándose alegres de volver y con ganas, punto a favor de la banda, conscientes del estilo del festival en el que estaban y emitiendo un recital de más puro estilo que llaman azkenero.

Sin aglomeraciones, los visitantes se acercaron al escenario principal para poder ver al probablemente cabeza más tempranero de la historia del festival. Al grito de “Con todos ustedes, Van Morrison”, la leyenda hizo su aparición en el escenario con su característico atuendo trajeado, sombrero y gafas de sol, micrófono dorado y un saxo alto de pareja de baile. El repertorio elegido no fue el más adecuado para el festival, el público esperaba que el León de Belfast rugiera y se encontraron con una bonita tarde de picnic amenizada por una banda. Se echaron de menos tanto el volumen, las canciones más potentes y la simpatía del artista, como unas sillas para sentarse a verlo. Sin duda podría haber encajado en el festival de jazz que hay en la ciudad el mes siguiente antes que en uno que lleva el rock por bandera. Fue controvertida su confirmación, y la actuación dio la razón a todos los videntes que no confiaban en él. Quizás simplemente era ni el momento ni el lugar. Por suerte, era pronto, y quedaban muchos grupos por delante.

Otros de los grandes nombres que se esperaban en la jornada del viernes eran Mike Patton (presentado como Miguel Patxaran) y Dave Lombardo, con su formación Dead Cross. La banda promulga un estilo hardcore y de metal más extremo y no aptos para todos los públicos; demostraron por qué son nombres conocidos y consiguieron un bolo atronador que sorprendió a fans y curiosos. No tardó en aparecer un pogo para soltar la adrenalina que transmitían los acordes. Patton acertado en su registro, con gritos reividicativos contra “La Manada” a los que definió como “Rapistas de mierda” y Lombardo jugando con la batería, consiguiendo que todavía por la mañana resuenen los bombos en nuestra cabeza. Probablemente el concierto más completo de la jornada.

Chris Robinson Brotherhood, en cambio, no aprovechó tan bién venir avalado por The Black Crowes. Chris y su banda, a la que no puedes entrar si no tienes pelo largo y barba poblada, presentaron un estilo trabajado, muchas veces más para gusto suyo antes que para el del público. Musicalmente fue muy bueno, se sintió como en casa, pero festivaleramente se hizo largo. Lo que sonaron grandes y magníficos fueron MC50, la superbanda de Wayne Kramer interpretaron el Kick out the Jams de forma íntegra y retumbó en todo el festival. Siempre es bueno dejarse ver por el tercer escenario a descubrir cosas, este año descubrimos a Man or Astro-Man? Una banda loca, con canciones solo instrumentales y que nos deleitaron con un solo de theremin. Aunque llevan muchos años editando LP’s seguramente hoy habrá aumentado el número de listas de reproducción con sus canciones.

El único concierto que estuvo con aforo completo media hora antes de empezar fue en el Trashville. Unos aficionados, seguramente más por la parte cinéfila que la musical, se dieron cita para ver a The 5,6,7,8 ‘s que alcanzaron el éxito por poner la banda sonora a la escena más violenta de Kill Bill Vol. 1. Ofrecieron un bolo divertido, tocaron el esperado tema ‘Woo Hoo’ e incluso demostraron pequeñas pinceladas de maestría con el instrumento. Una pena que la guitarrista tuviera problemas de acople durante todo el concierto que la organización no supo solucionar. La propuesta stoner de la edición la protagonizaron Nebula a las 1.30 de la noche. Eddie Glass y los suyos son una apisonadora en directo y mezclan a la perfección su estilo desértico con garage y psicodélia. Su regreso fue muy esperado y cumplieron con creces.

Antes de despedir la jornada Girlschool se montaron en el escenario principal para revivir el sonido Hard Rock setentero. Durante sus canciones mucha gente se alegró de la caía de Urge Overkill por haber dado paso a tremendo grupo. A pesar del cansancio de la jornada, sus acordes y magneticidad engancharon al público dispuesto a agotar baterías en el recinto. Este grupo lleva demostrando 40 años que tienen mucho rock en sus venas y que están en un estado de forma envidiable.

Una jornada muy completa, sin aglomeraciones, para todos los estilos y gustos y como siempre, con mucho rock and roll. No podemos esperar a acabar estas líneas para vestirnos de nuevo y ponernos en una nueva procesión al templo del rock en Vitoria.