Por Helena Malvido

«Somos Trajano!» fue el primer grito que resonó en las paredes arbóreas del Parque del Sotillo. Trajano!, fueron amables con el poco público valiente que se acercó a primera hora al festival y estuvieron muy cómodos y elegantes en el escenario. Mezclando temas antiguos con lo más nuevo, supieron defender bien el directo de su último EP, Rubí. Movimientos de punk encima del tablado, momentos de locura extravagante y distorsión con guitarras y teclados. El pequeño de su nombre en el cartel nada hacía presagiar que los que no llegaron puntuales a la apertura de puertas se perdieron sin duda uno de los mejores conciertos de la jornada.

Los siguientes en mostrar su recital fueron los toledanos Mucho. Un grupo variopinto formado por un bajista con estética robertplantesca, un batería que le pegaba más a Sidonie, un teclista que no se sabe donde le encontraron, y el vocalista, un hombre con sombrero que decía tener la esencia mágica-cósmica-mandangórica-manchega, que hacía única a esta banda. Esencia que se pudo traducir en un elevado egocentrismo que se les quedaba gigante para poder ser cabezas de cartel en algún lugar o tiempo; y un lenguaje soez entre canción y canción que hacía cambiar de cara a los melómanos allí concentrados. Su música es muy facilona, con sonidos extraños en teclados fáciles de tocar y una batería con ritmo continuo de moderneo. Los Mucho fueron poco. Y no podemos olvidar el momento en el que sonó un solo de guitarra de la nada (creemos que del teclado).

El grupo revelación, y a falta de una jornada auguramos lo va a ser del festival entero, fueron Sonograma. Los madrileños tenían un horario difícil, una hora partida en dos medias que hacían de bocadillo a los Novedades Carminha, «horario canapé» lo definieron los propios artistas. Un indie de libreto, muy bien ejecutado, que en sus letras y en sus formas nos pudo recordar a Vetusta Morla, Love of Lesbian u otros tantos consagrados de la materia. Presentaron su primer disco, Tormenta, y además fue su primera aparición en un festival. Si la primera ha sido así, no queremos pensar en su directo cuando estén un poco más rodados.

Turno para uno de los platos fuertes del festival, Novedades Carminha. Los gallegos liderados por Carlangas y su gorra azul, fueron los primeros en hacer mover el culo a los asistentes, dispuestos a dejarse las gargantas gritando ‘Lento’, ‘Jódete y baila’ o ‘Te vas con cualquiera’. Las caderas se rompieron con ritmo más cumbia-garage si cabe en ‘Cariñito’. Esbozos de pogo y saltos por doquier fueron lo más característico de este concierto. Sin duda uno de los must see en los festivales veraniegos.

A media noche, puntuales como Cenicienta, aparecieron en escena los cabezas de la jornada. El escenario era diferente, un neón enorme que decía Copacabana, un muro de luces y focos y un volumen considerablemente más alto que de resto de grupos presentaban a IZAL. El recinto se llenó de gente para este concierto, todos dispuestos a corear sus más famosos himnos. Empezaron igual que su último disco, cantando todos a coro. Demostraron por qué eran merecedores de llevar el primer puesto del cartel y por qué son los herederos más dignos del panorama indie español. Cambios de instrumento casi en cada canción, juegos luminosos perfectamente estudiados… una profesionalidad impoluta la de la banda madrileña. En los bises se escuchó ‘Qué bien’ uno de los temas más coreados, y acabaron el show con ‘El baile’, que llenó de confeti colorido.

La jornada la cerraron los londinenses Monarchy, una de las novedades del festival ya que casi nunca cuentan con grupos extranjeros. Un escenario con toques futuristas, guitarras transparentes, y una estética oscura por parte de los interpretes prometía un espectáculo electrónico diferente al resto de la jornada. No fue así. No tenían un sonido definido, estaban entre Muse y Depeche Mode, pero sin llegar a ser ninguno de ellos ni un derivado medianamente digno. Los que bebieron más se lo pasaron normal, los que no tomamos tanto, bostezamos al unísono en las filas medias del recinto.