- Views97
- Likes0
Por Quim Coll
Fue un fin de semana ajetreado para la gente del Primavera Sound. Los conciertos de Metz, Father John Misty y Julien Baker inundaron las salas de Barcelona y Madrid durante tres días de locura y trabajo intenso por parte de las bandas y los promotores. En Barcelona tuvimos la suerte de poder disfrutar del concierto de Julien Baker el domingo; un concierto calmado para descansar todo lo sudado en los conciertos anteriores. El concierto, programado en la flamante [2] de Apolo, tenía toda la pinta de ser un mar de lágrimas, una catársis sentimental en la que Julien y los asistentes se fusionaran en uno. Y bueno, más o menos.
El encargado de abrir el concierto fue el madrileño Nacho Garcia, que bajo el alias St. Woods se subió al escenario con la ñunica ayuda de su guitarra acústica y una pedalera de loop s. Sus nervios eran palpables; con un solo EP bajo su brazo, teloneando a Julien Baker en la Sala Apolo de Barcelona. Yo estaría igual. Nacho conoció a Julien en el Primavera Sound 2016, donde se hicieron grandes amigos después de asistir a un concierto de Savages juntos, y de aquí a que Julien le llamase cuando buscaba telonero para sus conciertos en España. Una historia increíble que nos contó él mismo, después de decir mil veces lo nervioso que estaba, y demostrando mucho feeling con el público entre canción y canción.
Y es que a pesar de los nervios y las siempre acertadas intervenciones con el público, las canciones fueron las protagonistas del concierto de St. Woods; la mayoría sacadas de su EP Lessons, junto un cover de la clásica ‘Roxanne’ de The Police. Canciones preciosistas, tristes, pero a la vez grandilocuentes, bebiendo de los mejores Mumford & Sons y de aquél Ed Sheraan que aún se podía considerar cantante de folk. El toque electrónico con la pedalera de loops nos recordaba a Alt-j o al 22, A Million de Bon Iver. Ahí es nada. Su concierto terminó con una de sus mejores canciones, ‘Riddles’, que nos dejó con un gran sabor de boca y con muchas ganas para disfrutar del plato fuerte de la noche.
Julien entró al escenario puntualísima, ataviada con una camiseta del Barça con el 10 de Messi detrás. Parecía nerviosa; su introducción mezclando efectos de guitarra con diferentes loops parecía no funcionar, fuera de sitio. Todo cambió con la primera canción, ‘Appointments’, el primer single del maravilloso nuevo disco de Julien, Turn Out The Lights. El recital empezó entonces, aunque no fue el esperado.
Lo que uno espera de un concierto de Julien Baker es, como hemos dicho antes, desgarro, catarsis y llorera, y todo eso estuvo presente. Lo que no estuvo tan presente es algo típico de un concierto de presentación: una mayoría aplastante de canciones del nuevo álbum. Y es que a parte de ‘Appointments’, Julien solo tocó una paralizante ‘Sour Breath’ (el momento «The harder I swim/The faster I sink» está grabado a fuego en mi memoria), ‘Shadowboxing’, ‘Happy To Be Here’ (que después del concierto se ha convertido en mi favorita del disco) y, ya hacia el final, la canción que da nombre al álbum. El resto del set fue un repaso a su primer disco, a parte del maravilloso momento que la de Memphis decidió regalarnos con ‘Funeral Pyre’, el single que sacó celebrando su fichaje por Matador.
Será por el tema instrumentación (Julien iba sola), o por causas desconocidas, pero el corto concierto expandió sus energías en cortes tan destacados del primer álbum como ‘Sprained Ankle’ o ‘Blacktop’. Sin dejar lugar a dudas, la canción más celebrada entre los asistentes, que valga decir, mantuvieron un silencio sepulcral digno del concierto que Baker estaba regalando, fue ‘Rejoice’, el inquietante corte de Sprained Ankle en el que Julien divaga sobre la vida y la muerte. Recuerdo estar sin respirar durante la última estrofa, y recuerdo estar al borde de la llorera con la frase «Why did you let them leave and then make me stay?», que grita Baker enfadada con un Dios que no le hace caso. Recuerdo que no hizo falta más que la voz de Julien, sus progresivamente más violentos rasgueos de guitarra, y la perfecta comunión entre público y sala para abrir y a la vez suturar viejas heridas.
Julien Baker terminó el concierto con ‘Something’, su canción más conocida, y se fue tal como vino, casi corriendo. Nos dejó con ganas de más, como si su paso por la [2] de Apolo hubiese sido un espejismo, algo que, de una forma u otra, todos y todas necesitábamos en nuestras vidas para que, sacando todo lo que teníamos dentro, por fin pudiésemos volver a respirar.