Por Quim Coll

La mayoría de gente a la que le he contado el concierto sorpresa de Pete Doherty en la mítica sala Sidecar de Barcelona me dice lo mismo. «Quim, es Pete Doherty, ¿qué esperabas?». Realmente, no sé lo que esperaba. Lo que pasó, seguro que no. Creo que fui a la Sidecar nervioso, expectante, esperando un concierto íntimo y acústico en el que el genio detrás de The Libertines tirase de repertorio estelar y nos iluminase con versiones acústicas de canciones como ‘Music When The Lights Go Out’, ‘Time For Heroes’ o ‘The Ballad of Grimaldi’, pero nada más lejos de la realidad. ¿De quién fue la culpa? Analicémoslo paso a paso.

Un par de horas antes de que empezase el concierto ya estábamos citados en Plaça Reial para hacer la previa, es decir, para beber. Quieras o no, aunque te esperes un concierto intimista de Pete Doherty, sigue siendo un concierto de Pete Doherty y no pueden faltar las cervezas. La cola se fue formando a lo largo del lateral de la sala, hasta que a las nueve en punto abrieron las puertas. El público, una mezcla de gente en sus veintetantos que venían a ver al ídolo al que aún no habían podido ver con The Libertines y gente en su treintena que había seguido la trayectoria de Doherty desde sus inicios, empezó a desfilar dentro de la sala, nervioso y excitado.

Después de 45 minutos largos de espera, y con los 200 asistentes expectantes por ver a la estrella de la noche, apareció sobre el escenario Drew McConell, bajista de otro de los proyectos de Pete, Babyshambles, y con un castellano perfecto introdujo a un telonero sorpresa y desconocido por toda la sala, Steve Smyth, un australiano que, armado solo con su guitarra y con una voz potente como un trueno y a la vez dulcísima (pese a los constantes acoples del microfono), se ganó las delicias del respetable con tan sólo cuatro canciones. Sin dejarle siquiera bajar del escenario, Doherty hizo acto de presencia entre gritos y vítores, con lo que parecían ser muchísimas ganas de empezar.

Ahí la cosa empezó a decaer. Doherty, acompañado al bajo por McConell, y además por un batería, una teclista y una acordeonista, abrió el set con una canción desconocida, seguida de ‘Arcady’, de su fantástico primer disco Grace/Wastelands y de ‘The Whole World Is Our Playground’, adelanto de su segundo álbum en solitario del que les hablamos aquí. Durante estas tres canciones la conexión entre la banda y el frontman fue nula, además de tocar Doherty con la guitarra desenchufada. Un caos previsible que en ningún momento cambió el ánimo del público.

Peter siguió con un par de temas conocidos, ‘Last Of The English Roses’ del primer disco en solitario y ‘Albion’, de Babyshambles, con las que la sala se dejó la garganta en los coros, aunque él no parecía tener muchas ganas de tocarlas. Entonces tocó la única canción de The Libertines de la noche, la preciosa ‘You’re My Waterloo’. A partir de ahí, tres canciones nuevas y una versión demasiado larga de ‘Flags Of The Old Regime’, el primer single del segundo disco en solitario del inglés, que llevará el mismo nombre que la canción.

Después de terminar la canción, Doherty se despidió muy rápido y él y los miembros de su banda se fueron al camerino. El público estuvo una hora de reloj esperando a que volviese, pero no lo hizo. Se oían rumores y comentarios como que el cantante no había podido continuar el concierto, que algún otro miembro de la banda iba demasiado borracho como para acordarse de las canciones, o sencillamente que Doherty se había enfadado con el público, ya que la mayoría de gente no paraba de hablar y se oían comentarios constantes e hirientes sobre su estado, sobre las drogas, sobre sus exnovias, …

Sea como fuese, el poeta inglés no quiso volver al escenario aún faltando cuatro canciones por tocar. Por mucho que lo intente, no puedo culpar a nadie de esa noche. Ni a Doherty, que iba a presentar su segundo álbum, ni al público, que solo quería un concierto salvaje, ni a la sala, cuyos problemas de sonido parecían más cosa de la velocidad con la que se preparó el concierto (ya que las otras veces en las que he estado ahí no ha habido problema)… Lo único que sé es que dejé la sala Sidecar decepcionado y enfadado. No fui el único, o quizás sí, quién sabe. Solo espero que Doherty, está vez acompañado de Carl Barât, John Hassall y Gary Powell, me quiten este sábado el mal sabor de boca que dejó su concierto en Barcelona, en el marco del Festival SOS 4.8, en Murcia.