Por Fon Smith

El 15 y 16 de marzo han sido dos fechas especiales para nuestro país, el que ha podido ponerse en el punto de mira de la escena electrónica internacional, ¿es que Laurent Garnier ha vuelto a perder un vuelo a Madrid? ¿Sam Smith ha cancelado otro concierto? ¿o resulta que Ricardo Villalobos se ha perdido haciendo turismo por Albacete?.

Sabido era por todos que, con el lanzamiento a principio de año de Migration, Bonobo se iba adentrar en una gira mundial de presentación del álbum y consolidación de un formato live que nos ha tenido en ascuas durante meses. La espera ha merecido la pena, desde luego. Con dos actuaciones en España -Barcelona y Madrid-, el equipo de Oceaund hemos sido testigos de la que quizá ha sido una de las fechas más mediáticas y aclamadas de lo que va de temporada.

Con sendos sold out en ambas ciudades, la previa en la Razzmatazz no podía augurar más que colas de espera para abarrotar una sala en la que no iba a caber ni un alfiler de más -testigo todo aquél que intentara llegar hasta los baños de la sala-. En una atmósfera de expectación, cervezas a un euro, y reventas a precios inmorales se hallaba un público del todo cosmopolita haciendo cola para lanzarse al ataque a por las primeras filas. Había ganas en el genérico de ver qué nos tenía preparado el bueno de Bonobo, desde luego.

El evento comenzó de la mano de Daktyl, joven productor británico del que no muchos teníamos demasiada constancia previamente. En un set templado, basado en estructuras downtempo con pinceladas de basstrap, el artista nos condujo en una ola de vaivenes en las que nuestras cabezas no podían parar de moverse al son del beat. Aunque en ocasiones inofensivo, momentos tuvo su actuación, en la que puso patas arriba a la sala con melodías espaciales que bien podrían recordar a bandas sonoras de ciencia ficción cósmica. Mención especial a su formato, en el que no solo se encargaba de mezclar los temas cual dj set, sino que en gran parte de la actuación se encargó él mismo de aportar manualmente las bases mediante una caja de ritmos, además de loopear acordes con guitarras o sintetizadores. Sus razones tendrá Simon Green para otorgar a Daktyl el warm-up de cada uno de los conciertos de su gira, a nosotros desde luego nos dejó un bonito sabor de boca para abrir el verdadero pastel de la noche.

Y como no podía ser de otra manera, Simon subía al escenario acompañado de hasta 6 músicos en una formación en la que no existían individualidades ni protagonismos, para hacernos partícipes ya no de un concierto de electrónica, sino de un viaje sonoro en el que el artista nos iba a hacer testigos de su particular manera de entender la electrónica.

Solo podía existir un inicio posible, y era con ‘Migration’, una oda a la mentalidad e intenciones de ese nuevo disco que tantas emociones comenzaba a despertar a un público entregado a cada acorde de piano. Tras ello y con una transición bien típica de sesión de electrónica -a lo que nos acostumbraría a lo largo del concierto- le tocaba el turno a la que es una de las joyas del trabajo, ‘7th Sevens’; la canción sin embargo, con todo el potencial que tiene, transcurrió tímida y descafeinada sin llegar a su máximo exponente, quizás por el lugar que ocupó en el tracklist -algo que yo, sinceramente, no pude comprender muy bien-.

El inicio del concierto se afirmaba con la inclusión al escenario de Szjerdene, artista británica asidua a realizar colaboraciones con Bonobo, quien con una planta impecable y una voz aún más cálida enamoraba al público con ‘Break Apart’, la balada más preciada de Migration. No dejaríamos de verla actuar junto a Simon en todo el concierto. Y si lo vivido hasta entonces no había sido del todo especial aún, el primer pico del espectáculo lo firmaba la estrella de Black Sands ‘Kiara’, con una respuesta totalmente abrumadora de la Razzmatazz en forma de brazos en alto, gritos y saltos a apenas 100 bpm; más frenético aún fue darse cuenta de que el tema que la seguía era ‘Kong’, del mismo trabajo de 2010, una delicia electrónica que rebosó elegancia y precisión a un público cautivado.

En este punto del concierto quizá alguno podía sentirse algo confuso pensando que acudía a un concierto acústico y no de electrónica al decirse que Bonobo venía en formato banda; o simplemente por pensar que el show no derivaría en una sucesión de temas del artista mezclados y acompañados de baterías acústicas, instrumentos de viento, bajo y guitarra eléctrica y unos cuantos sintetizadores. Para quien lo pensara, seguro al final comprendió la verdadera esencia de Bonobo en su aportación al directo, ya que su obra sería impensable realizarla en formato estándar -canción tras canción-. En su lugar nos estaba ofreciendo un verdadero vaivén de emociones en un viaje que no terminaba nunca, que no dejaba de ofrecernos texturas electrónicas de diferente calibre a las que solo el británico podía hacernos llegar.

Y así llegábamos casi al ecuador del concierto con una espectacular ‘Bambro Koyo Ganda’ que hizo retumbar los cimientos de la Razzmatazz en ese drop frenético augurado por las percusiones y vocales africanas de Innov Gnawa. Menciones especiales también a ‘Cirrus’, ‘Outlier’ y ‘Flashlight’; temas que proseguieron con un Simon Green solitario en el escenario como si de un dj set se tratara -tratándose además estos temas de verdaderos himnos para la pista de baile, por lo que el formato individual fue perfectamente adecuado-.

Con ‘No Reason’, Bonobo se adentraba lo que sería la recta final del recital, en un tema que con los meses se ha posicionado entre los favoritos del genérico, y ello se dejaba ver en cada momento con los bailes desenfrenados que ya nos estábamos marcando todos los allí presentes. Una fiesta, sin lugar a duda. Mejor fue la experiencia final con los últimos temas ‘Ontario’, ‘Figures’ y para terminar una gloriosa ‘Kerala’ remezclada y editada para acabar de la mejor manera posible haciéndonos bailar y saltar como si no hubiera mañana. A ello le siguieron dos bises -‘Pieces’ y ‘Know You’- que no pudieron de ninguna manera hacer sombra a la anterior. Con ‘Kerala’ tanto el artista como el público habían llegado al orgasmo en pleno final de concierto, y las caras de los asistentes, el agradecimiento, eran buena muestra de ello.

A poco supo esa hora y media de actuación, que pasó volando para todos, en una Razzmatazz que ya comenzaban a desalojar para dar paso al horario de noche. Y aunque cierta parte del público se dedicó más a hablar y cotillear que a vivir el concierto -no olviden, estamos en España-, la experiencia fue del todo infinita para un Migration que se ha ganado un lugar en la crítica internacional y nuestras vidas. Y a decir verdad, Bonobo nos ofreció un verdadero popurrí de experiencias que no olvidaremos con facilidad, nos hizo bailar, sentir y emocionarnos con el puño en alto.

Bonobo es experiencia, mundo que descubrir y madurez que compartir. Vínculo entre todos los que allí, extasiados, habíamos tocado el cielo por una noche gracias a una electrónica única y candente que nos abrazó sin medida.